Influenciada por la cultura oriental y la filosofía zen, esta tendencia tuvo su origen a mediados del siglo pasado como movimiento artístico y ha cobrado especial fuerza en los últimos tiempos dentro del ámbito decorativo.
Impulsadas por la búsqueda incesante de la paz y la serenidad en un mundo cada vez más agitado, las personas han adoptado la pureza del minimalismo y la simpleza en sus elementos y formas, para lograr espacios donde reina la sobriedad y la elegancia, a través de mobiliarios básicos y colores discretos.
“Menos es más” resume la esencia de este estilo decorativo que prioriza la simplicidad ante todo, sin que ello signifique precisamente pobreza visual o poca creatividad. Por el contrario, nuestra decoración debe desterrar todo aquello que no resulte práctico y necesario en nuestra cotidianidad.
Ideal para espacios pequeños, o tal vez si contamos con poco presupuesto, veamos cómo el minimalismo puede ayudarnos en la búsqueda de un ambiente elegante y equilibrado para nuestros salones.
Si nuestro propósito es despojar el espacio de excentricidades, es lógico suponer que el minimalismo apuesta por los tonos neutros, y en este sentido, tanto el blanco como el gris son candidatos ideales para nuestras paredes. Si te suena demasiado serio, siempre puedes incluir algunos vestigios de marrón, amarillo o rojo, como un guiño de alegría que será bien vista por tus visitantes. En este caso, tampoco debes abusar, si bien lo más recomendado es no emplear más de dos colores llamativos dentro de un mismo recinto.
Variantes crema del azul o el verde, también podrás ser aplicados para lograr un ambiente equilibrado y puro, aunque si cuentas con poco espacio, lo mejor será elegir el blanco para brindar una sensación de holgura y claridad. En este último detalle, puedes dejar recaer el protagonismo en los muebles, lámparas y alfombras, adoptando colores más dinámicos (por ejemplo, la dupla blanco y negro es de las más utilizadas).
En sentido general, lo más seguro es apostar por un solo color para las paredes, el techo y el suelo de la habitación. De este modo podríamos realzar el contraste a través de objetos de madera lacada, cristal o detalles en metal. También puedes utilizar variantes de un mismo color para delimitar los espacios entre una habitación y otra, por ejemplo una cocina-comedor separada por una pared más gris que el resto.
La iluminación en ambientes minimalistas, debe ser un aliado imprescindible para otorgar esa sensación inigualable de espacio y amplitud. Al respecto, debes proveer al máximo la entrada de luz natural. Para ello utiliza ventanales amplios, y reserva el color más claro para la pared donde incide directamente la luz, donde además te servirá colocar espejos que multipliquen el efecto.
En las noches, podrás simular la claridad con fuentes artificiales de luz, preferiblemente blancas halógenas para resaltar el valor de los colores en la pared. Además puedes generar espacios separados dentro de una misma estancia con lámparas de pie, o aligerar el ambiente con luces indirectas. Para el comedor, utilizaremos una lámpara potente con focos LED.
A la hora de pensar en el mobiliario, lo primero que debemos tener en cuenta son nuestras posibilidades de espacio. Evidentemente, si nos apegamos a la máxima “solo lo necesario” podemos suponer que lo básico se tratará del típico sofá (los de tipo chaise-longue son ideales), una mesa de centro y una estructura para colocar el televisor, que además, podrá contener espacios de almacenamiento para contribuir a la ligereza visual.
Si se trata del comedor, bastará con la mesa habitual y las sillas. En cualquier caso, es recomendable el uso de muebles bajos, que eviten las terminaciones curvas y posean una sutileza decorativa bien discreta. Los muebles modernos, o aquellos que adopten la tendencia oriental son los más indicados para recrear una atmósfera minimalista. En cuanto a los materiales, se impone el uso del vidrio, la madera y el acero.
En el minimalismo, los elementos decorativos son relegados a segundo plano para dejar paso a la esencia arquitectónica de la habitación. No obstante, y sin abandonar la idea de alcanzar la elegancia a través de lo fundamental, podremos utilizar adornos que destaquen por su funcionalidad más que por cuestiones meramente estéticas.
Espejos cuadrados, fotografías desprovistas de marcos, mesas singulares y llamativas o candelabros metálicos, son algunas de las opciones que puedes elegir para impregnar sencillez y modernidad.
En otras palabras, emplea pocos ornamentos que consigan resaltar y armonizar el entorno. Estos objetos también deberán guardar similitudes con el diseño general de la habitación, y sobretodo, deben poseer personalidad y expresar con fuerza nuestras intenciones de decoración. Generalmente bastará con un solo cuadro para decorar la pared, o bien una escultura gigante y nada más.